Pueblos agricultores y pastores andinos. Una periodización


Las de agricultores y pastores del área andina fueron comunidades productoras de alimentos, agropastoriles y con un desarrollo tecnológico y económico más complejo que el común de los pueblos que habitaron el actual territorio argentino. Aparecieron entre 1500 y 1000 a.C. Lobato y Suriano aportan en el Atlas histórico argentino una periodización en la que se aprecian los diferentes periodos de desarrollo de estas comunidades.

Periodo formativo (1.000 a.C. – 500 d.C.): Este periodo se puede caracterizar por el hallazgo de restos funerarios y de asentamientos poblacionales en las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca y, en menor medida, La Rioja y San Juan.

Estas poblaciones –estables- tenían una economía agro-pastoril, como también destrezas en el trabajo artesanal en cerámica, uso de telares y esculpido de piedra. El trabajo en metal es escaso, acotándose su uso a los adornos y objetos de carácter ceremonial.

Si bien las técnicas de cultivo eran rudimentarias, la localidad de Ciénaga (Provincia de Jujuy) se caracteriza por contar con técnicas más avanzadas, como las terrazas artificiales.

El maíz fue uno de los principales productos cultivados, en tanto que la ganadería estaba basada en la cría de llamas, mayormente.

Para ir finalizando con este periodo, hay tres elementos importantes: primero, los muertos eran sepultados con algunos elementos de uso doméstico y alimentos; segundo, en los yacimientos se ha producido el hallazgo de pipas, seguramente vinculado al uso ritual de alucinógenos en busca de conexión divina; tercero, hay entre los sitios arqueológicos, hallazgos que denotan profundas diferencias regionales en cuanto a las técnicas de elaboración de la cerámica.

Periodo de integración regional (500 – 900 d.C.): En este momento se van a producir algunos fenómenos de integración ideológica a nivel macrorregional. Al parecer, el culto a los felinos (que también aparece en el periodo anterior) se refuerza y actúa como agente de cohesión social.

Se verifica, además, un gran incremento de la población y, junto con ella, se ven claros signos de diferenciación social en las prácticas funerarias.

Cobra importancia el uso de metales preciosos, como lo son el oro, la plata y el bronce; la cerámica es muy elaborada y elegante, aunque de líneas simples como lo muestran las figuras felinas y antropomorfas.

Aparecen asimismo las fortalezas militares, lo cual induce a los investigadores a pensar en presiones desde el este.

Periodo de desarrollos regionales (900 – 1480 d.C.): Cuando se desarticula la cultura Aguada, muy importante en el periodo anterior, surgen otras como las de Hualfin, Belén, Santa María, Humahuaca, Tilcara, Angualasto, Sanagasta, ubicadas en las provincias de Salta, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Todas ellas son, según la fuente de esta entrada, “sociedades complejas que, con el crecimiento de la población, ampliaron el ámbito rural y se convirtieron en espacios que debieron ser organizados, controlados y defendidos”.

En Sanagasta y Aimogasta (San Juan y La Rioja) aparecen signos de urbanización tales como el trazado de calles, los lugares de culto y recreación. Contaban con agricultura avanzada y criaban llamas. Sus prácticas funerarias consistían en la sepultura en tierra de niños y adultos.

Belén (Catamarca) constituye la base de la cultura diaguita. Practicaron agricultura en andenes y fueron buenos alfareros, destacándose el estilo Negro sobre Rojo. Trabajaron, además, el metal.
La cultura Santa María tuvo asentamientos en las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca. Practicaron una agricultura intensiva, con obras de irrigación y andenes. Levantaron algunos emplazamientos estratégicos, como Quilmes, tema que tocamos en este espacio también. Eran muy buenos alfareros, pintando en dos y tres colores, y utilizaron el metal para la fabricación de hachas y escudos ceremoniales.

En Huamahuaca (Jujuy) se verificó un gran aumento demográfico. La población se aglomeró en diversos lugares defendidos que se construyeron a lo largo de la quebrada que lleva el mismo nombre que esta cultura, y desde los cuales se ejercía el control político y económico. Los estilos cerámicos y de las diferentes manufacturas, la arquitectura y ritos funerarios llevaron a algunos autores a hablar de un “sistema cultural Humahuaca”. Lobato y Suriano lo descartan , y afirman que “parecen haber coexistido varias organizaciones políticas hasta la dominación inca”.

Periodo de dominación inca (1480 – 1536 d.C.): La presencia del imperio inca es reconocible en la instalación de tambos y centros administrativos, como los de Potrero de Payagasta y La Paya (Salta), por ejemplo. Se han hallado también instalaciones incas importantes en Yacoraite, Shincal Watungasta (Jujuy y Catamarca).

Si bien hay algunos aspectos destacables respecto del mestizaje cultural, como se dio en los terrenos de la cerámica, la artesanía y la arquitectura, una aspecto que me parece central en la llegada de la cultura inca a estas latitudes está dada por su carácter, ya que la expansión se sostuvo con mitimaes, es decir, contingentes ya conquistados.

La administración incaica se basó en la existencia de obligaciones recíprocas entre subalternos y jefes, incluyendo la redistribución de las riquezas.

Lo que sigue es el “periodo hispano – indígena (1536 – 1666 d.C.)”, pero hay, en este espacio, numerosas referencias a los sucesos del periodo de conquista europea, y los seguirá habiendo, razón por la cual no vamos a desarrollarlo en esta entrada.

Fuente: Atlas histórico de la Argentina. Lobato, M.Z. - Suriano, J.

Imagen: Vaso ambato, de Arte Cerámico.